Llegó al Old Trafford como uno de los refuerzos más caros de la historia (95 millones de euros en 2022) y, sin embargo, se encontró en un laberinto de soledad y frustración. Antony dos Santos, de 24 años, no pudo evitar quebrarse en una charla con TNT Sports Brasil: “Me pasaba días sin comer y encerrado en mi habitación… no tenía fuerzas ni para jugar con mi hijo”, confesó con la voz quebrada, recordando sus peores momentos en el United . El fichaje que encendió expectativas… y apagó su sonrisa Tras brillar en Sao Paulo, el extremo desembarcó en Inglaterra con la vitola de revelación. Sin embargo, sus 12 goles y 5 asistencias en 96 partidos quedaron opacados por un rendimiento opaco y las graves acusaciones de agresión sexual que enfrentó en 2023, un episodio que lo alejó de la cancha y de la selección brasileña . “Intentaba hacer cosas en Manchester, pero veía que nada funcionaba porque no estaba feliz… lo único que quería era estar en casa”. El resurgir en Sevilla La llegada al Real Betis fue el bálsamo que necesitaba. De la mano de Manuel Pellegrini, Antony recuperó la alegría de jugar: 9 goles y 5 asistencias en 25 partidos, con actuaciones decisivas en la Conference League, donde fue clave en la semifinal ante la Fiorentina infobae. “Venir al Betis ha cambiado todo porque necesitaba encontrarme a mí mismo… jugar al fútbol es algo que siempre me ha encantado.” La revancha personal y profesional Libre de culpabilidad tras su absolución en Brasil en agosto de 2024, Antony transformó el Betis en su hogar futbolístico y personal. Su fortaleza mental, alentada por el consejo de su madre —“los árboles que dan frutos son los que siempre quieren apedrear”—, lo llevó de nuevo a la selección de Ancelotti. Con la piel erizada y el corazón a flor de piel, el brasileño demostró que, a veces, la mayor victoria se forja lejos de los flashes, en la lucha diaria por recuperar la pasión y el placer de sentir cada gambeta, cada gol y cada ovación de una hinchada que hoy lo abraza con fervor. Antony encontró en Sevilla la llave para reencontrarse con su fútbol y con su vida. Y ahora, cada aplauso en el Villamarín tiene sabor a redención.