La historia del fútbol argentino se escribió con momentos únicos: ese que mezcla pasión, drama y gloria nació hace 35 años. El 30 de junio de 1990, en Florencia, Argentina se vio las caras con Yugoslavia en cuartos de final del Mundial de Italia. Era el primer cruce decisivo que definía todo desde los 12 pasos. Maradona erró uno. Troglio también. Pero apareció *Sergio Goycochea* para convertirse en mito: atajó dos tiros clave y transformó la tensión en un impulso para todo el país.   Durante el primer tiempo, Diego contra cuatro rivales     El gol que el árbitro le anuló a Burruchaga por presunta mano, cuando terminaba el tiempo suplementario   Ivkovic le ataja el penal a Maradona, era el tercero de la serie, con Argentina en ventaja 2-1   Ese hito cambió el camino de la albiceleste. El arquero, reemplazante de Pumpido tras su lesión, se convirtió en abanderado de una resistencia aguerrida. Primero, mantuvo el empate durante la tensión; luego brilló en la tanda. Fue su debut como líder imprevisto, levantando la moral de sus compañeros y creando un ambiente de equipo que abrazó Argentina entera. De aquel instante arranca una tradición de gloria sudamericana: penales, héroes inesperados y la fe absoluta de una afición. Goyco, con nombre de posta y corazón de arquero de barrio, puso el pie en la historia y encendió la chispa que años después explotaría durante la semifinal épica y la final contra Alemania. Hasta hoy, su figura representa el equilibrio entre nervios y sangre fría cuando más arde el partido. Hoy, ese recuerdo se revive en cada duelo tenso, en cada penalty que flamea la ilusión, y en cada atajada que hace latir la Bombonera o el Monumental. Porque el fútbol argentino se forja en esas instancias límite: con héroes que nacen de un minuto y que cambian la historia de un país.